lunes, 21 de marzo de 2011

DEL SUPLE MUJERES AL DIA (DIA A DIA) MARIANA

“Mariana” o “Los ricos también lloran” No importaba si el día estaba de clima radiante o tormentoso: en el horario en que emitían la novela en la que debutó como protagonista Verónica Castro, en Córdoba se veía menos gente en la calle. Pocos programas televisivos lograron tanta atención. Seguro que ahí estuviste vos, siguiendo los casi 170 capítulos donde la chaparrita sufría a lo largo de toda su vida. La historia trataba de una chica criada como una salvaje, que al morir su padre pierde hasta lo puesto por un ardid de su malvada madrastra. Mal hablada, con la cara sucia y haraposa, se iba a la gran ciudad a ver si ligaba algo como para sobrevivir. Con esos ojos y esa simpatía, no le costó tanto conseguir que la gente se derritiera de amor al verla. Eso le pasa a un buen curita, que la presenta a un ricachón para que se haga cargo de ella. Y se hace cargo nomás, el señor Don Alberto Salvatierra y su mujer quedan encantados con la chiquilla, y se la llevan a vivir a su mansión. Pero así como era de bondadoso el padre, era terrible el hijo, un mujeriego, chupandín, un Isidoro Cañones a la mexicana, que al mirar en Mariana esos ojazos y esos rulos, y seguro ese escote prominente, le crecieron unos colmillos tamaño baño. Luis Alberto, el hijo es cuestión, enamora a la rescatada con un par de levantaditas de cejas. Pero sus intenciones no son buenas y los padres se dan cuenta: “Con Mariana no te metas, cuate”. Pero se mete… Tanto se mete, que se enamora hasta el tuétano. La cosa parece ir bien, pero aparece una media prima de Luis Alberto, decidida a quedarse con el muchachón y con la plata de los tíos. De armas llevar, Esthercita se da cuenta que pierde con la chamarrita de ojos y bustos grandes. “Por Mariana soy capaz de dejar de ser un pirata”, piensa el único hijo de los Salvatierra… Ni lerda ni perezosa, la prima le adjudica un embarazo y Mariana retrocede varios casilleros. Pierde la batalla, pero no la guerra, y consigue casarse con el heredero. Pero un día Luis Alberto, encuentra a su esposa con un ex novio y cree que lo engaña. Se las toma rumbo a Brasil, y Mariana llora como loca capítulos enteros. Llora más cuando su marido, ante la noticia de su embarazo, le manda un telegrama que reza: “Haz las maletas y vete. Stop. Que te pido el divorcio. Stop. Que no te perdono los cuernos. Stop”. Ella se pone como loooooca, y vuelve a las calles medio trastornada. En la Cruz Roja se hace madre, pero pierde al bebé porque se lo deja a una mujer que se lo roba. Mariana queda amargada y llena de culpa, aunque reconquista al marido. Adoptan una hija, y si bien no es feliz, los años pasan con bastante normalidad. Pero la esposa está insatisfecha por el secreto que oculta a todos. Un día entran a robarles a la casa, y por esas vueltas de las vidas, es su propio hijo, el de sus entrañas, el caco que viene a llevarse sus pertenencias. Ella reconoce en el ladrón al fruto de su vientre. Sin decirle nada a nadie, Mariana se relaciona con el hijo, tratando de educarlo y regenerarlo. La hija adoptiva se rebela porque siente que la madre no la quiere. Y Salvatierra (ay… qué tipo más desconfiado), vuelve a sospechar pensando que la esposa lo engaña con un muchacho muy menor a ella. Enfermo de los celos, Luis Alberto lo intenta matar. Pero Mariana se interpone y grita la verdad. La familia se ha reunido, y todos terminan comiendo perdices. Tenías más o menos 30 años menos. ¿Te acordás de Mariana? Tirada en un pajal, mientras sonaba “Aprendiiiií a lloraaar, pero nunca aprendiiií… a olvidaaarte”… y traspasando la pantalla con sus ojazos color mar, la mexicanita logró que en Córdoba, como en un montón de ciudades del mundo, el tránsito se hiciera menos complicado, porque a esa hora, todos estaban viendo la tele en sus casas.

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