lunes, 21 de marzo de 2011

DEL SUPLE MUJERES AL DIA (DIA A DIA) HEIDI

Vos creciste. Si los personajes de tu infancia hubiesen crecido, te sorprendería haber sabido cómo hubiese sido la adolescencia de Heidi. ¿Se habría enamorado de Pedro? No, tal vez no. Es más probable que Pedro hubiese sido un noviecito adolescente de Clara. Difícil apostar. Distinta suerte tienen los chicos de ahora, que pudieron ver cómo su querido Harry Potter crecía como ellos hasta hacerse un muchacho grande y maduro. Tal vez lo ideal es que haya sido así. Que te quedes con el recuerdo de esa nena de cinco años que te arrancaba sonrisas y lágrimas a las cinco de la tarde mientras tomabas la leche. Heidi estuvo basada en una novela, pero fue masivamente conocida en el mundo por la versión del animé japonés. Se trataba de una huérfana (cuyo nombre verdadero era Adelaida), que queda a cargo de la tía Dede. Complicada por su propia historia, la tía un día se toma un tren y lleva a la niña con el único pariente con el que la puede dejar: su abuelo. El viejo era un cascarrabias de armas llevar, tan malhumorado y ermitaño que le decían “el viejo de los Alpes". La chiquita la rema como loca y logra llegar a lo profundo del corazón del papá Noel suizo que era el abuelo, y que vive entre cabras y abetos. El lugar era paradisíaco. ¿Recordás el San Bernardo bonachón llamado Niebla?... ¿Y de Copito de Nieve, la cabrita preferida de Pedro? Pedro era el amiguito de la nena. Juntos se la pasaban de mil maravillas entre la nieve y las montañas. Como el viejo es reacio a mandar a la nieta a la escuela, el único contacto social de Heidi era con Pedrito, su madre y su abuela ciega. En cierta ocasión, la tía le consigue A Heidi un lugar en la casa de otra nena pálida y debilucha, llamada Clara Sesemann, que vive en Francfort. Hacia allá parte Heidi, dejando al abuelo, a Pedro, a las cabras, al perro y los abetos y reconocé que esa tarde lloraste mientras comías tus tostadas con dulce de leche. En la mansión sufre tristemente, pero su carácter revoluciona la casa, y pone los pelos de punta de la Señorita Rottenmeier, la ama de llaves. Cuando el siempre ausente padre de Clarita vuelve a la casa, ve a Heidi deprimida y a su hija revitalizada. Quiere compensar la cosa, y permite que las dos vayan a pasar una temporada a la casa del abuelo. Con leche de cabra, aire puro y la Rottenmeier lejos, Clarita se pone fuerte como un tanque, y recupera la capacidad de caminar. Decime… ese día… durante ese capítulo… ¿No te saltó el corazón del pecho de la emoción y la alegría? Si Heidi hoy fuera grande, te encantaría verla feliz, resuelta, formada, realizada. Porque la quisiste como a una amiguita. Una que te acompañaba cada tarde, mientras veías la tele y te tomabas la leche con tostadas.

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