miércoles, 23 de diciembre de 2009


Llegamos diez minutos antes de las seis. Había empezado a llover. Cuando bajé del auto le pregunté si quería venir. Le dije que no hacía falta y que era bravo. Ella no dudó un instante y bajó. Cuando íbamos por la vereda, bajo unas gotas de agua grandes, medio calientes, le tomé la mano. Entramos.
Todavía no publicaban las notas. Salimos hasta la escalera, a esperar. Ella se mordía las uñas. Fue el momento de más nerviosismo. Un tumultuoso grupo de padres se iba juntando, clamoroso. De repente aparecieron los paneles con las listas. Desde dos lugares distintos. Casi a zancadas, pero siempre de la mano, nos abrimos paso. Las planillas no estaban por número, sino por orden de mérito. La encontré en la primera. Sacó 169 puntos de 200 posibles. 83 en Lengua y 86 en matemáticas. Quedó 52 en el orden de mérito sobre más de setecientos. Entraron doscientos cincuenta y pico.
No llorés papá me decía. Yo no la podía soltar.
Es la próxima generación del Belgrano.
No te imaginás.