jueves, 31 de julio de 2008

Ponele onda, tegobi

Por Matzy Lucca


Uno, en general, se arrepiente de pelotudeces cometidas que corresponden al propio pasado. Nietzsche decía que él nunca se arrepentía, porque el hecho de fijarse en el resultado indeseado de una decisión o acción deliberada previamente, constituye una mirada equivocada de las cosas. Para ser más claro, él decía que siempre elegía lo correcto por más que todo le saliera como el upite. En ese caso, arrepentirse vendría a ser algo así como la pelotudez duplicada. O sea, la pelotudez que corresponde a la flor de cagada que uno se mandó, y la pelotudez de arrepentirse posteriormente de esa cagada. Pero, yendo un poco más lejos aún, no arrepentirse significaría ser pelotudo una vez más. Me explico: en primer lugar, tenemos la pelotudez de habernos mandado la cagada propiamente dicha; en segundo lugar, la pelotudez de reprimirnos el recuerdo de esa flor de cagada para no generar ningún indicio de culpa, y por último la pelotudez del esfuerzo que significaría justificarnos a nosotros mismos que esa cagada no fue en realidad ninguna cagada. Ergo, Nietzsche era un tremendo pelotudazo; pero convengamos que tenía ideas copadas, si no yo no hubiera escrito esta pelotudez.
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