martes, 30 de diciembre de 2008

acido poco

cerrás los ojos.
tratás de poner la mente en blanco (en mi caso, la mente en negro, cuando me abstraigo de cualquier pensamiento, me concentro en nada, veo negro, no blanco, pero debe ser lo mismo).
reprimís todo pensamiento volitivo.
se te ocurre pensar en algo, lo repremís... volvés al blanco, al negro, a lo que sea nada. así varias veces, hasta que lográs no pensar en nada.
lavás la cabeza de pensamientos e imágenes.
sólo conciencia para reprimir la voluntad de imaginar algo. no imagines nada.
blanconegronada.
entonces aparecen imágenes de increíble resolución. vienen y se van. vos no las estás eligiendo. no concientemente.
vienen y te sorprenden. como un viaje de ácido, pero sin ácido.
prueben... al principio cuesta... despues sale... y está muy bueno...
no seas tan descreído... está realmente bueno...

(yo vi en primerisimo plano un vaso con agua, gotitas en la pared de vidrio, el agua que se movía ondulante mientras el vaso se me acercaba; y vi la pata de un elefante tan de cerca, que me impresionaron las arrugas, las uñas gruesas, los pelos ralos, y vi una cara de una anciana muy arrugada, hasta que se acercó tanto que las arrugas podían confundirse con otra cosa, algo topológico, una cadena montañesa vista desde un avión, y vi un chico andando en bici, pero no la cara, de atrás, el cuerpo, y despues foco en el pie y el pedal, la rueda y los rayos... y vi mil cosas mas, y todas son de una nitidez superior a la fotográfica, algo muy muy loco.... y no estaba drogado, ni borracho, ni nada... prueben porque quiero que alguien lo haga y compartirlo, uno se siente loco solo, y es mucha mas llevadera la locura, si es acompañada)

Obra


Arremeten, Sancho!
-de la Panza mejor no hablo.

martes, 16 de diciembre de 2008

Mañana de examen


Observé a la niña y reencontré por fin a mi madre. La claridad de su rostro, la ingenua posición de sus manos, el sitio que había tomado dócilmente, sin mostrarse ni esconderse, y por último su expresión, que la diferenciaba como el Bien del Mal de la niña histérica, de la muñeca melindrosa que juega a papás y mamás, todo esto conformaba la imagen de una inocencia soberana (si se quiere tomar esta palabra según su etimología, que es «no sé hacer daño»), todo esto había convertido la pose fotográfica en aquella paradoja insostenible que toda su vida había sostenido: la afirmación de una dulzura...
de "La Cámara Lúcida", R. Barthes