domingo, 10 de abril de 2011

del suple mujeres al dia: Mujer maravilla

“Las chicas dan vueltas, corramos… porque cuando las chicas dan vueltas así, se transforman”, decían los chicos de la cuadra. Ya viste como empezó a girar la estudiante. Mirala ahora, como doctora, manejando solo ella el hospital. Y dio vueltas la ama de casa, y ya no sólo espera a su marido en la casa, no, después de dar tantas vueltas se subió al auto, se fue al gimnasio, y además de limpiar, piensa decide y vota. Y las políticas dieron vueltas, y ahora son presidentas de varios países… Dan vueltas las chicas, así, como Linda Carter. Ellas les enseñó. Eran los primeros años de los setenta. Y en la serie, una chica poderosa era descubierta en una isla, repleta de mujeres poderosas. Éstas Amazonas vivían sin hombres, en el medio del Triángulo de la Bermudas. Se habían ido ahí en contra de la visión dominante de los hombres del imperio romano. No estaban de acuerdo en cómo los hombres resolvían los asuntos de este mundo, de su machismo y del rol que tenían planeado para las del supuesto sexo débil. Pero este militar americano que cae en la isla y las descubre, les cuenta de lo mal que le va a la humanidad, y entonces la reina madre manda a su princesa más potente a que viaje con él y le de un toque femenino a la historia. Ella tiene sus propias armas: un cinturón de la fuerza, la tiara telepática, los brazaletes antibalas y el lazo que hace confesar hasta al más duro. Se viste de secretaria, de trajecito, rodete y anteojos, pero si empieza a dar vueltas, se convierte en una bomba de minúsculo uniforme e invencible fortaleza. Para la Mujer Maravilla lo de “andá a lavar los platos” es otra estupidez típica de los varones. Y no se queda en chiquiteces: ella maneja un jet transparente que vaya a saber uno dónde guarda y dónde aterriza, pero que la lleva a todas partes. Es linda como ninguna, Linda, linda, Linda Carter… Y no necesita a un compañero, ni a un líder. Ni siquiera un novio. Ella sola y su compromiso de cambiar al mundo. Es mujer, eso basta. Y tiene poder. Y las chicas se juntaban de a dos o de a tres a ver la serie, en blanco y negro, en cada casa. Y entonces, salían convencidas. “No nos quedemos quietas”, pensaban, “que si nos movemos, que si damos algunas vueltas, nos encontramos con nuestra fuerza”. La fuerza de esa chica, de ojos agua y pelo noche, que hacía embobar a los buenos y tiritar a los malos. “Los hombres no pueden solos. Los hombres lo arreglan todo a las piñas. Pero así no es la cosa”, decía Diana, la mujer maravillosa que cuando sonreía tenía tanto power como cuando pateaba. “Nos movamos chicas, vamos a mostrarles como se hace”. Y los varones, cuando a eso de las seis la “Mujer Maravilla” terminaba, se quedaban sentados con la pelota y las pistolas de cowboys enfundadas en la vereda. Esperaban… “Cuidado, no hagan ruido, que si las chicas empiezan a dar vueltas, la cosa se nos pone brava”.

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