martes, 6 de noviembre de 2007

EL CHUECO Y EL ZURDO

EL CHUECO Y EL ZURDO

Me acuerdo cada viernes, cuando mi papá venía a casa del trabajo, barbudo y con cara de cansado. Traía una valijita marrón, y se hacía el borracho, y nosotros moríamos de risa, y él nos decía “¿Saben como me llaman ahora... el .......... (inventaba un sobrenombre ridículo, siempre distinto), y nosotros – inocentes- llenos de curiosidad, preguntábamos: “¿Por qué te dicen así?”, y él contestaba seguro: “Ah.. no se... hay que preguntarle a la gente que me puso ese nombre”...
Era así, un personaje, un tipo especial, Adolfo Molina. Los domingos a la mañana nos íbamos con mis hermanos a la cama de mis viejos, y todavía recuerdo cuando me subía a su panza, y pensaba que era gigante, un barco, una isla, una montaña en la que yo podía estar de lo mas cómodo encima suyo.
Me acuerdo cuando me aconsejaba, tratándome de usted: “Zurdo, no afloje con el colegio”.
Yo era medio rebelde, al vicio, pero que le vamos hacer, parecido a él, supongo, resistido a recibir órdenes y con amor por la libertad. Entonces peleábamos bastante, sobre todo en la adolescencia. Yo quería hacer mi vida, y él quería (obvio) que hiciera lo que él me decía.
A mí me sorprendía como lo querían los amigos, los empleados, los sobrinos, todo el mundo. Lo respetaban, lo obedecían, lo admiraban. En cambio yo, me enojaba siempre con él, no me gustaba que me quisiera mandar.
Un día, yo ya casado y con hijos, entré a nuestra casa de Sarmiento por el patio, sin que me escucharan. Ahí estaba don Adolfo sentado en la galería, preparando unos mates.
Lo vi y me di cuenta. Estaba viejo. Es un hombre grande ahora, mi papá, y yo no había reparado nunca en el paso de los años..
Y me desesperé pensando en cuánto lo quiero, lo admiro, todo lo que aprendí de él y lo mucho que he querido imitarlo siempre. Desde entonces me propuse aprovechar cada oportunidad para acercarme, para disfrutarlo conmigo.
Al final de mi vida quiero poder mirar hacia atrás y sentir que dejé en la gente, por lo menos la mitad de lo que mi viejo dejó en todos los que lo conocemos. Si un día Simón y Bernardita sienten la admiración y el amor que yo siento por el Chueco Molina, entonces... entonces es porque en la vida, hice las cosas bien.

3 comentarios:

Esculapio dijo...

Leyendo esta seguidilla "existencialista" te noto más umbolista si se pudiera. El fascinante asombro de advertirte "ser y tiempo" (aún cuando los dos primeros textos marquen claramente una de esas facetas yoica que ni simón ni bernarda debieran tener que pagar!)
Lo del Adolfo Molina, espléndido.

lión dijo...

simon y bernarda lo van a pagar. es ley vital que las facturas de los padres, muchas al menos, demasiadas, las paguen los hijos. anoche el flaco se tiro en el sillon, atravesandome, enredondoseme, y me dijo acariciame asi, y me agarro la mano y me dicto el trazado del mimo. tiene 10 años y recuperó esa costumbre perdida de cuando tenia 5 o 6. agrrarme la mano e indicarme de aca a aca, asi de suave, y pense instantaneamente: no crezcas, simon, segui siendo mi hijito por años, pidiendome caricias mientras vemos la tele. y entonces, sin discontinuidad alguna, mandó la cabeza, y pense: tiene que crecer, de que estás hablando, tarado. y hoy ecribo esto, y pienso: pero si!, que nos cure freud, pero que no crezca, carajo, al menos que no crezca tan rapido. lo adoro tanto que me abruma pensar que algo cambie con su crecimiento, que algo merme, que se modifique. me hace feliz, yoica, egoista, primitivamente, asi como esta, y si el tiempo fuera permanentemente ahora por siempre, creo que no me quejaria. el y yo, en un sillon viendo una pelicula chota en la tele, y sientiendo que tenemos juntos mas fuerza que la necesria para detener el mundo, y las horas, y los miedos, y las demas cosas.

Esculapio dijo...

Mirá, que no paguen como si fuera una tarifa. -en este país siempre mejor es deber a que te deban. En rigor de verdad sólo tenemos este momento. El asombro, -ese preciado don- hace falta para festejarlo todo el tiempo. El flaco ya tiene diez. Su figura creció unas 350milveces desde lo que era cuando cabía en tu antebrazo. Y sin embargo esa mirada, ese privilegio que es verte en esa mirada, atravezado por esa mirada, sigue siendo asombroso cada uno de los días.