martes, 16 de diciembre de 2008

Mañana de examen


Observé a la niña y reencontré por fin a mi madre. La claridad de su rostro, la ingenua posición de sus manos, el sitio que había tomado dócilmente, sin mostrarse ni esconderse, y por último su expresión, que la diferenciaba como el Bien del Mal de la niña histérica, de la muñeca melindrosa que juega a papás y mamás, todo esto conformaba la imagen de una inocencia soberana (si se quiere tomar esta palabra según su etimología, que es «no sé hacer daño»), todo esto había convertido la pose fotográfica en aquella paradoja insostenible que toda su vida había sostenido: la afirmación de una dulzura...
de "La Cámara Lúcida", R. Barthes

2 comentarios:

lión dijo...

amigo, hay momentos de la vida donde cierto determinismo dogmatico es necesariamente el mejor (y tal vez el unico sostenible) argumento posible: por algo será.
la niña está haciendo su propio camino. su historia. testigos desesperadamente subjetivos, nosotros, solo podemos contar nuestra historia... y en ella, un pedacito de la de nuestros hijos. pero la verdad es definitiva: ellos son quienes arman la propia.

Esculapio dijo...

un supuesto saber se arma en la bruma de ese dogmatismo y se escurre entre rendijas de dudas. El hoy entonces se desconecta de esa huidiza conexión entre el pasado y el futuro. ¿qué es la historia, si no una narración de los hechos conectados con las lecturas, y las interpretaciones? -que será, será.