El cuarto era blanco,
por la siesta obligada
Tenía una ventana
que daba al mundo
irrealizado paisaje
ajeno, detenido
Sólo tu voz me envolvía
desde siempre
sin saber a ciencia cierta
qué decía
el run run de tus palabras
Estallaba la risa
y era una fuerza poderosa
Luego el silencio del amor,
su urgencia, su imperio,
su premura
Me dejaba ir en su espiral
inconsistente y leve
como la espuma
Afuera la gente
siempre de prisa
como nosotros
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