me gusta la oscuridad cuando estoy solo. a veces, apago la luz de los ascensores para quedarme sin luz mientras subo o bajo.
me gusta el clima pétreo y poco confiable, previo a una gran tormenta, como de apocalipsis, sentir el rigor amenazante de la naturaleza.
como a algunos niños, me gustan ciertos dolores pequeños y punzantes, inofensivos pero hirientes, como el que se produce cuando ajusto una banda elástica a uno de mis dedos, hasta sentir que la sangre se detiene, dividida internamente entre una y otra falange.
también me gusta sentir cierto vértigo en una discusión, experimentar la presión de estar mirando a los ojos a otra persona que a su vez me mira, y que sostiene una posición diferente, y me reta o acepta un duelo, donde por momentos me creo que la cosa va de matar o morir, aunque sea dialéctica pura...
me gustan como suenan las palabras (me gustan las que se arrastran entre los dientes, y se escapan de la boca como "durazno", "serpiente", "pescado", "paciencia", "posible", "punzante". las que abrevian, abusan de síntesis y golpean al oído como una roca: "block", "turrón", "toque", "pompa", "pan", "luz", "más". me gustan las exageradas, barrocas, retorcidas y floridas, como "balaustrada", "pusilánime", "perpetuo", "narcótico", "laberinto", "titilante". me encantan las que suenan heroicas, valientes, repletas de vocales que requieren abrir bien la boca, como "pasado", "zocotroco", "mañana", "lobo", "caballo", "corazón", "chocolate"....)
me gusta la gente que tiene carcajada (carcajada también es una palabra que suena buenísimo).
me gustan los ancianos. me divierten los niños.
me gusta el vino tinto.
me gusta el cigarrillo de las 10 de la mañana.
me gusta mi nombre, pero cuando tenía 12 años no me gustaba, y me inventaba otros nombres para la gente nueva que me conocía. y también prefería otro apellido. quería apellidarme paz. pero eso me duró menos de un año, ya a los 13 me había amigado con "leon molina", y eso me dura hasta ahora.
me gustan las tetas de laura.
me gusta cuando logro no pensar en nada.
me gustan las manos de mi padre, así, como las tiene ahora, que es viejo.
me gusta el momento previo al sueño, cuando siento que mi cansancio se afloja y se me empiezan a cerrar los ojos, preparado el cuerpo para un descanso.
me gustan las películas de la posguerra, esas de los cincuenta.
me gusta imaginarme la vida de personas que me cruzo en un pasillo, en la calle o en un bar.
me gusta la soledad, y también me gusta hablar.
me gusta escuchar.
me gusta cuando simon y bernarda me tocan, me abrazan, me miman.
me gustan los animales.
me gustan las personas que me hacen reír.
estas cosas me gustan, y si bien la lista está absolutamente incompleta y caprichosamente definida, me gusta cuando acabo por descubrir que he escrito algo que no tenía en lo más mínimo pensado escribir.
y así ya he sumado varias entradas a este blog. he aquí, otra.