jueves, 29 de noviembre de 2007

Palabras, más que palabrerío

Esta actividad de bloguistas tiene lugar sin espacio, y voz sin sonido. A la vez, un compromiso tácito. Ahí vamos con el Lión y sus personajes mágicos, entre las triquiñuelas siempre sabrosas que dejan como al azar sus personalidades y las de todos. Los otros. La alteridad, diríamos en derecho -que es como una práctica privilegiada de cierto tipo de ficción-. También navegamos como en una nave de Jasón, o en la del Capitán Beto, pero incorporea, sin movernos de la silla. Despegamos al arriesgar la liberación de un pensamiento al universo todo -parece que ese fuera el ritual involucrado en el acto de escribir una frase, una entrada, un comentario, y apretar después el enter-.
Asombroso. Uno no puede dejar de preguntarse "a dónde van?" como las palabras que "no pueden nunca dejar de alumbrar".



En eso estaba cuando encontré estas que siguen.

De Gadamer.

...Pese a su insondabilidad previa, el lenguaje no es el destierro de Babilonia del espíritu. Asimismo, la confusión babélica de las lenguas no significa sólo que la variedad de las familias lingüísticas y de los idiomas sea producto del orgullo humano, como supone la tradición bíblica. Esa variedad expresa toda la distancia que media entre un ser humano y otro y que crea permanentemente la confusión. Pero eso encierra también la posibilidad de la superación. Porque el lenguaje es diálogo. Es preciso buscar la palabra y se puede encontrar la palabra que alcance al otro, se puede incluso aprender la lengua ajena, la del otro. Se puede emigrar al lenguaje del otro hasta alcanzar al otro...

...la vida implica el arte de comunicarnos.