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domingo, 10 de abril de 2011
del suple mujeres al dia: invasion v extraterrestre
Ronald Reagan propiciaba a diestra y siniestra la versión de que su país era la cuna de lo imposible. Con él se demostraba que la tierra americana era la cuna de los sueños realizados. Los ochenta a full y la explosión del pop como padre y señor nuestro.
En la tele veíamos series que los gringos producían más salían al mundo más rápido que las hamburguesas en la casa del Payaso de nombre homónimo al Mr. President.
Hubo una que enganchó a los argentinos como pocas. Se trataba de extraterrestres humanoides que llegan a la Tierra en 50 platillos voladores. Los muchachos parecían adorables (de hecho la morocha, Diana, se veía explosivamente adorable).
Se supone que necesitan ciertos químicos que acá sobraba y en su planeta escaseaba. A cambio, iban a compartir su avanzada tecnología con los humanos. Al principio todos felices.
Pero la cosa se complica. Algunos de los más célebres científicos empiezan a orientarse hacia prácticas subversivas y conductas extrañas (una muy curiosa es que empiezan a usar sus manos izquierdas… sí, se hacen zurdos… cuando siempre fueron diestros). ¿Un mensaje subliminal en plena era de la guerra fría?
Entonces el periodista Michael Donovan logran meterse en la nave nodriza y descubre que debajo de su apariencia humana, se esconden unos lagartos verdes que meten miedo de sólo verlos. Resulta que son reptiles de apetito carnívoro, con buen paladar para degustar roedores, aves y, de postres, unas suculentas tarántulas. En realidad lo que los muchachos del más allá pretenden es quedarse con toda nuestra agua (¿Conflicto por el recurso vital de la tierra? Otra coincidencia… nada que tenga que ver con la realidad).
La segunda intención no era más tranquilizadora: querían cosechar a la humanidad, como fuente de alimento. El tercer objetivo era dejar algunos terrícolas vivos… necesitaban esclavos y soldados para las guerras que los visitantes tienen con otras razas extraterrestres.
Los que zafaron de que les laven los cerebros y fueron más perspicaces, formaron un movimiento de resistencia. Una de las líderes es la doctor Juliet Parish, una rubia que peleaba tapas de revista con la morocha de lengua bífida que hacía de Diana.
Los humanos se organizan, y finalmente ganan.
Vos disfrutaste la serie ignorando cualquier sutileza. Pero Mr. President aplaudía en su casa viendo el último capítulo, esperando que sus compatriotas aprendieran la lección: por más buenos que parezcan los extranjeros, pueden esconder oscuras intenciones. Y si les rascás la piel, tal vez aparezca una cabeza verde repleta de escamas. Más vale estar atentos…
del suple mujeres al dia: Mujer maravilla
“Las chicas dan vueltas, corramos… porque cuando las chicas dan vueltas así, se transforman”, decían los chicos de la cuadra.
Ya viste como empezó a girar la estudiante. Mirala ahora, como doctora, manejando solo ella el hospital. Y dio vueltas la ama de casa, y ya no sólo espera a su marido en la casa, no, después de dar tantas vueltas se subió al auto, se fue al gimnasio, y además de limpiar, piensa decide y vota. Y las políticas dieron vueltas, y ahora son presidentas de varios países…
Dan vueltas las chicas, así, como Linda Carter. Ellas les enseñó.
Eran los primeros años de los setenta. Y en la serie, una chica poderosa era descubierta en una isla, repleta de mujeres poderosas. Éstas Amazonas vivían sin hombres, en el medio del Triángulo de la Bermudas.
Se habían ido ahí en contra de la visión dominante de los hombres del imperio romano. No estaban de acuerdo en cómo los hombres resolvían los asuntos de este mundo, de su machismo y del rol que tenían planeado para las del supuesto sexo débil.
Pero este militar americano que cae en la isla y las descubre, les cuenta de lo mal que le va a la humanidad, y entonces la reina madre manda a su princesa más potente a que viaje con él y le de un toque femenino a la historia.
Ella tiene sus propias armas: un cinturón de la fuerza, la tiara telepática, los brazaletes antibalas y el lazo que hace confesar hasta al más duro.
Se viste de secretaria, de trajecito, rodete y anteojos, pero si empieza a dar vueltas, se convierte en una bomba de minúsculo uniforme e invencible fortaleza.
Para la Mujer Maravilla lo de “andá a lavar los platos” es otra estupidez típica de los varones. Y no se queda en chiquiteces: ella maneja un jet transparente que vaya a saber uno dónde guarda y dónde aterriza, pero que la lleva a todas partes.
Es linda como ninguna, Linda, linda, Linda Carter… Y no necesita a un compañero, ni a un líder. Ni siquiera un novio. Ella sola y su compromiso de cambiar al mundo. Es mujer, eso basta. Y tiene poder.
Y las chicas se juntaban de a dos o de a tres a ver la serie, en blanco y negro, en cada casa.
Y entonces, salían convencidas. “No nos quedemos quietas”, pensaban, “que si nos movemos, que si damos algunas vueltas, nos encontramos con nuestra fuerza”. La fuerza de esa chica, de ojos agua y pelo noche, que hacía embobar a los buenos y tiritar a los malos.
“Los hombres no pueden solos. Los hombres lo arreglan todo a las piñas. Pero así no es la cosa”, decía Diana, la mujer maravillosa que cuando sonreía tenía tanto power como cuando pateaba.
“Nos movamos chicas, vamos a mostrarles como se hace”.
Y los varones, cuando a eso de las seis la “Mujer Maravilla” terminaba, se quedaban sentados con la pelota y las pistolas de cowboys enfundadas en la vereda. Esperaban…
“Cuidado, no hagan ruido, que si las chicas empiezan a dar vueltas, la cosa se nos pone brava”.
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