Tu grito sordo de hembra embravecida,
tropel de sangre palpitando la noche
de tu vientre vacío.
Hoy has muerto varias decenas de veces,
lo he visto en la mueca de tu pupila inerte
buscando lo oscuro
A ver si viene la bruma de esos días
y tu vigilia no sea tan implacable,
como para no devolverte en sueños
el temblor de la voz amada
llamándote por tu nombre,
convocándote,
al ancestral ritual de la entrega
esa premura de humores derramándose
en la abertura sedienta de dos cuerpos
que se hacen uno.
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