sábado, 8 de septiembre de 2007

tecla

Barrio Altamira, 6:00 A.M.
Edgardo y su borrachera ensayan el paso inadvertido para ingresar a su casa. Encuentran la llave y la enhebran en el ojo del cerrojo después de mucho intentar. Entonces emprenden la sigilosa aventura de deslizarse sin romper nada en el camino de ascenso hacia el lecho matrimonial.
Su esposa aparentemente duerme, los niños también. Atraviesa la recepción sin cometer infracciones e ingresa al living sin encender ni una sola luz al pasar.
Se quitan el abrigo y con un mínimo nivel de ruido logran evitar un estornudo, pero en la ceguera de su entusiasmo no alcanzan a distinguir entre una baranda de escalera y la tapa abierta de un piano. Meten la pata hasta el fondo, mejor dicho las manos, y lo hacen sonar.
Súbitamente el ruido de las cuerdas rompen con la armonía del hogar y se enciende la luz del altillo. Una la señal de alerta se activa en la sala de controles de la cabeza de nuestro amigo. ¡Pronto! ¡Piensa rápido idiota! ¡Ve y encuentra un disfraz!
Edgardo logra rescatar de entre la ropa sucia una bata rosada, vierte en un vaso un poco de leche sobrante de la cena del gato, luego vuelve a la escena del crimen aparentando desvelo, con suma naturalidad. Desvía su mirada hacia la escalera mientras juega con una tecla cualquiera del piano. Marta se aparece y no dice nada, sólo le mira los zapatos bañados de vómito y suciedad.

FIN

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