I.
Pocas cosas tan lindas como comprarse una lapicera que ande.
Que acompañe las horas con su trazo desmayado.
Desandando los tiempos y el conocimiento
a girones de ganas de andarlo.
II
A veces me gustaba sentarme en un bar a escribirlo.
Como recortes de tela, parches y rasguidos
De las mesas. Antes se podía fumar en los bares.
Entonces la mismidad no tenía medida,
entre la servilleta de papel, el café y la lapicera.
III
Si tuviera que elegir de nuevo
probablemente estaría jugando otro juego.
No deja por eso de ser luminoso
aunque el compás suene un poco tanguero
-debo haber creído alguna vez
que el guapo en su tristeza se ve más canchero
IV
Acá estamos,
Mi unicornio y yo.
El papel de envolver que me dieron en la librería
lo absorve tanto como yo lo miro. Y me halago.
Qué lindo comprarse una lapicera nueva y que ande.
2007
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