Pretende ser un espectáculo. Sin duda, quienes se crucen en la ruta a Ascochinga con LA DOLILA cualquier mañana del año, deben quedar extasiados de verla bambolear su pelo al ritmo de Bombón asesino, sacudiendo su R-12 modelo 80 como si fuera una discoteca ambulante y ése, el mejor día de su vida. Acaso alguno piense que acaba de enamorarse, o que va camino a firmar la compra de un auto nuevo, o que algo muy maravilloso le ha pasado en los últimos días y sigue con ganas de festejar. Pero no. LA DOLILA, va camino a Gendarmería, cruzando la misma tórrida ciudad que sus compañeros de ruta y arrastrando una historia que cualquier menos ella calificaría de demoledora.
¿Qué tiene LA DOLIAL que no tengan los demás? ¿Cuál es el secreto de su felicidad vibrante y cotidiana? Ella dice simplemente que ama la vida, que la ama sin tapujos ni ambivalencia, en todas las estaciones y en cualquiera de sus manifestaciones. Los científicos, específicamente una nueva rama de la psicología que se dedica a estudiar las emociones positivas (ver La felicidad...), dirían otra cosa. LA DOLILA es poseedora de varias cualidades que esta disciplina ha señalado como ingredientes indispensables para la felicidad –gratitud, humor y generosidad – pero, sobre todo, es dueña de una cualidad anímica que está en el centro de la mira de estos estudiosos: el optimismo.
El diccionario define optimismo como "la propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable", o, en su aspecto teórico, como "la doctrina filosófica que atribuye al universo la mayor perfección posible". El filósofo alemán G. W. von Leibniz (1646-1716) fue el primero en formular los principios de esta particular visión de la vida, al proponer que: "Si fuésemos capaces de entender lo suficiente el orden del universo, encontraríamos que supera todos los deseos de los más sabios entre nosotros..."
Su doctrina fue criticada y hasta burlada por sus pares, pero recogida por numerosos pensadores posteriores. Hoy, quienes exploran el optimismo buscan responder a dos inquietudes: 1. ¿Es el optimismo la actitud más conducente a la felicidad? 2. ¿Es una cualidad innata o se puede aprender?
La respuesta que dan los investigadores a la primera pregunta es afirmativa: los optimistas son más felices por percibir el mundo con ojos más halagüeños. Como extensión de esa mayor felicidad, los estudiosos reportan un correlato positivo con la salud (menores enfermedades infecciosas, mejor pronóstico para los enfermos de sida, menor porcentaje de recurrencias en enfermos cardíacos, entre otros). Las últimas fronteras de investigación apuntan a la incidencia del optimismo en el éxito escolar, laboral, deportivo y hasta político (se relacionaron los discursos de campaña de diversos políticos y su posterior suerte en la elección; en todos los casos, los manifiestamente optimistas tuvieron mejores resultados).
Pero volvamos a LA DOLILA. En el 1997 la dama de la melena danzante perdió a su marido –amor de su vida, socio y compañero de aventuras –, mientras ambos cumplían el sueño de “POBLAR LA PATAGONIA” sueño que juntos habían construído. Ella se quedó sola, desvastada y con tres hijos pequeños que criar.
La Dolila hizo su duelo sin quedarse quieta. "No tuve tiempo de deprimirme", dice hoy, "tenía que sacarnos adelante". Pero todos sabemos que la depresión y el desánimo no piden permiso. Muchos se hubieran encerrado a llorar por tiempo indefinido por cualquiera de esas circunstancias por sí sola.
LA DOLILA no dejó de extrañar a su marido, pero hoy mira su foto y le dice: "Vamos a volver a estar juntos, mi amor, pero dentro de muchos, muchos años. Me quedan demasiadas cosas por vivir." Se consiguió un nuevo amor, tuvo otro hijo y siguió adelante.
Más que postular un universo perfecto, este optimismo de alma expresa confianza en la vida y en sus infinitas posibilidades.
"Aunque supiera que el mundo se caería a pedazos mañana, igual plantaría mi manzano", se pronunció Martin Luther King Jr., años antes de morir asesinado.
¿Tozudez sin sentido? Bendita inconsciencia por la que el mundo gira.