Parece que así hubiera empezado todo. Un cambio de estado en la materia -o miles, el número no viene al caso-. Sin pretensiones de gorilismo, entre nubes de vapores y fuego de volcán. Pobre Cosmos, tanto esfuerzo y ni se imaginó que terminaría dandole nombre a un equipo de soccer. Es más, tampoco es muy creíble que digamos que imaginara -el pensamiento en imágenes parece ser exclusividad de alguna materia orgánica- que tendría nombre -Foucault ausculta ese misterio entre las palabras y las cosas.- Y allá vamos nosotros, vólidos y bolubles, designando y discutiendo, matando y cobrando, debiendo y culpando. Inventamos todo un Dios, o varios, para eso. Le pusimos infiernos y paraísos, entre el deseo, las tetas, y los amores rotos y dantescos. Mientras, la materia anda. Hasta el próximo golpe de estado -el número, de tan abstracto, tampoco ahora viene al caso.
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viernes, 9 de mayo de 2008
Cielo e infierno
Parece que así hubiera empezado todo. Un cambio de estado en la materia -o miles, el número no viene al caso-. Sin pretensiones de gorilismo, entre nubes de vapores y fuego de volcán. Pobre Cosmos, tanto esfuerzo y ni se imaginó que terminaría dandole nombre a un equipo de soccer. Es más, tampoco es muy creíble que digamos que imaginara -el pensamiento en imágenes parece ser exclusividad de alguna materia orgánica- que tendría nombre -Foucault ausculta ese misterio entre las palabras y las cosas.- Y allá vamos nosotros, vólidos y bolubles, designando y discutiendo, matando y cobrando, debiendo y culpando. Inventamos todo un Dios, o varios, para eso. Le pusimos infiernos y paraísos, entre el deseo, las tetas, y los amores rotos y dantescos. Mientras, la materia anda. Hasta el próximo golpe de estado -el número, de tan abstracto, tampoco ahora viene al caso.
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